¡Que buen polvo! o ¡que mal polvo! ¿has escuchado estas expresiones?
Probablemente la respuesta sea: Sí.
Pero ¿de dónde viene la palabra «polvo»?
No se sabe a ciencia cierta. ¡Que novedad! Pero se tienen dos hipótesis: la primera dice que podría venir de la frase «del polvo eres y en polvo te convertirás» y tiene sentido, todxs provenimos de un polvo. La segunda hipótesis nos lleva a los siglos XVIII y XIX en donde «los hombres» inhalaban tabaco molido por la nariz en las actividades sociales, esto se hacía en lugares aislados y se aprovechaba el momento para tener sexo, o sea se echaban 2 polvos en 1.
¿Existen los buenos y malos polvos?
Pues sí y no. Podés tener una experiencia poco gratificante y que haga que para vos esta sea un «mal polvo» o al contrario. Lo que no existe, o no debería existir, es etiquetar a una persona de buen o mal polvo.
Uno de los principales problemas en el sexo es la falta de comunicación. No existen fórmulas mágicas más allá de saber comunicar nuestros deseos, y saber escuchar a la otra parte. El desempeño depende de la percepción de cada quien, de las experiencias de cada unx y de la química de la pareja. Parte importante también es conocer tu propio cuerpo: que movimientos te gustan, que sonidos te excitan, que posiciones te generan más sensaciones, que partes del cuerpo te gusta que te toquen…en fin ¡que te gusta!
Un estudio español indicó que solamente el 50,9% de las personas habla con su pareja sexual sobre su insatisfacción o frustración sexual, sin embargo el 89,4% de las «mujeres» reconoce haber tenido un mal polvo mientras que en el caso de los «hombres» fue el 76,6%. Para disfrutar del sexo debés tener presente que cada unx encuentra placer de una forma diferente. Debemos aprender a comunicarnos de forma asertiva.
En conclusión: el fallo está en la CO MU NI CA CIÓN.